jueves, diciembre 02, 2010

ernesto entra voluntariamente a la cárcel

Parte 1.
Antes de ayer Ernesto trató de escapar y Pepa lo sorprendió. Reprochándole el intento de fuga, lo puse en el suelo y se echó a correr hacia la cárcel, que tenía puerta cerrada. Se quedó esperándome hasta que me acerqué y abrí la puerta del canil donde pasaría, en castigo, las próximas horas, probablemente durmiendo en la caseta que hay dentro del canil, encima de un blando cojín. Pues esa es la cárcel, una jaula grande que construimos cuando adoptamos a Amada y Juanito, que tenían ambos sarna y debíamos apartar del resto. Una vez curados, la jaula quedó inútil y hace las veces de cárcel.

Sin embargo, me confirmó que Ernesto y yo compartíamos el mismo código con respecto a la jaula; que el encierro es un castigo severo por faltas graves, como tratar de escapar. Como ya le había castigado algunas veces, estableció la relación entre escapar -tratar de escapar o volver después de la fuga- y el turno en la jaula. Eso me parece extraordinario.

Detesto no poder resolver este dilema: a mí no me parece mal que los perros anden en la calle. Al contrario, creo que tienen derecho a salir a pasear y a ver a sus amigos y jugar sus juegos. También escucho que andar sin supervisión puede ser peligroso para ellos. Es verdad. Pero corren el mismo peligro sin o con supervisión, y a veces todavía más. Si sales con tus perros y los sueltas, como hago yo, en cualquier momento puede uno de ellos correr hacia la calle y morir arrollado por un auto, y ese riesgo es mayor si lo empiezas a llamar para evitar que lo arrollen. También creo que el riesgo es una condición de la autonomía.

Sin embargo, aunque no religiosamente, cuando Ernesto se escapa, lo meto a la cárcel. Incomprensible. Bien, a partir de hoy la jaula no se usará más como cárcel sino como sala de descanso. De hecho, ya la empezaron a usar así. Días atrás, Nora salió de casa al jardín (ahí está el canil) y se metió a la cárcel a echarse una siesta. También sorprendí a Juanito en el canil, una vez que entró clandestinamente al jardín.

Parte 2.
Hace unos días entraron de noche al jardín huerto Amada y Juanito. No creo que Ramón, porque sino los destrozos habrían sido mayúsculos. Pues bien, no destruyeron nada porque se fueron directamente a las trenzas de cochayuyo que había colgado la Pepa para secarlas y se dieron una tremenda panzada, y uno de ellos se comió entera la calabaza de decoración que había puesto yo en el rincón sureste. Se volvieron a dormir y cagar al otro lado -al trastero. Y el jardín huerto quedó intacto.

Parte 3.
Pillé Punguita saltando encima de unos pájaros que estaban parados encima de la parrilla. La reté y se echó a correr hacia el tejado de la casa del lado y saltó pal bosque. Volvió al rato, como si nada.

jueves, noviembre 18, 2010

punga viene en mi ayuda

Hace unos días, los perros estaban jugando en casa, con mucho movimiento y ladrido, y pronto estábamos todos en el jardín. Los perros siguieron jugando allá. De pronto aparece la Punguita, desde debajo de uno de sus escondites preferidos, y se acerca a los perros, maullando y claramente en actitud de querer atacar. Estaban Lolita, Ernesto, Nora y Amada (Amada sólo miraba). ¿Pensaba Punguita que me estaban atacando y venía en mi defensa? Es lo que yo sospecho, aunque me parece extraordinario. Entonces suspendí el juego y corretié a la Punga, que se marchó a regañadientes y se instaló a mirar desde el tejado vecino.

domingo, octubre 24, 2010

cómo están los chuchos

Me he prometido hacerme más tiempo para apuntar las cosas interesantes del día a día de nuestros amigos perros: Ramón, Amada y Juanito (los externos; duermen en el trastero, en cajas con vellocinos y mantas) y Lolita, Nora y Ernesto (los internos), y la gata Punga.

Desde hace un tiempo Ramón ha empezado a entrar en casa. Ahora solemos invitarlo a entrar en la tarde, a la puesta de sol, hasta la cena (segunda comida del día). Hace unos días escuchamos sorprendidos un crunch crunch muy jugoso y sorprendimos a Ramón comiéndose una pera que había sacado de la frutera, que queda a su altura. Ayer volvió a comerse una pera. Parece que las encuentra irresistibles.
Antes, Ramón no comía fruta fresca, cruda (aunque sí cocidas), pero lo ha aprendido de los cachoros (Amada y Juanito). Los dos cachorros comen fruta fresca y verduras como zanahoria o apio, y cochayuyo, fresco o seco. Los adultos han reaccionado de manera diversa. Ramón, que vive con ellos y les imita en todo, ahora come de todo.
Ramón ha aprendido mucho con los cachorros. Yo presiento que llevó una vida muy solitaria, siempre amarrado (todavía tiene la huella de una cadena en su pata) y siempre fuera. Ramón, por ejemplo, nunca quiso entrar a casa. No había modo de hacerlo entrar. Hasta se ponía a aullar en protesta. Fue una sorpresa que aceptara dormir en el trastero (debido a que tenía que cruzar un umbral). Nos tenía pavor. Si yo levantaba la mano para espantar una mosca, se echaba a llorar y se escondía en el cuarto. Todo eso ha cambiado. Ese Ramón ya no existe. Igual sigue muy racatado, excepto en el capítulo peras. Por ejemplo: cuando, estando dentro, presiente que voy a servir la cena, se acerca a la puerta para salir, pues come fuera.
Nota. El otro día entré al trastero a reprender a Amada por algo, que ahora no me acuerdo qué era, y Ramón me ladró. Curioso.

Lolita. Se ha escapado prácticamente todos los días, pese a las ramas con espinas que pusimos en la muralla por la que escapan. Se trata de una muralla cubierta de enredaderas de cerca de un metro de alto. Así, para dificultar su fuga pusimos ramas espinosas en los lugares más bajos. Tenemos todavía un debate sobre el tema 'fuga de los chuchos'. Los chuchos se van a escapar siempre. A mí me parece que tienen todo el derecho de andar libremente por la calle. También tienen sus amigos, y son curiosos, como nosotros, porque son mamíferos. Y ellos no entienden por qué se les prohíbe salir o se les reprende cuando escapan. Es verdad que los coches son un peligro. Ramón fue toponeado por un coche no hace mucho. Felizmente sólo sufrió un moretón. Debería haber más stoppers o lomos de buey en las calles para obligar a los automovilistas a disminuir la velocidad en zonas residenciales. Eso antes que encerrar a los chuchos. Es verdad que, fuera, comen desechos, y pueden enfermar. De hecho, Lolita se ha enfermado frecuentemente en la última semana, en que el pueblo se ha llenado de turistas y las bolsas de los restaurantes se ven más sabrosas que nunca. En fin, que trato de que no escapen, pero no me puedo convencer de la razonabilidad de mis acciones.
Lolita me acompaña a la biblioteca, y me espera las cuatro horas que me quedo allí. La última vez Ernesto se agregó al séquito. Estaba feliz. No se me despegó en ningún momento, y me esperó todas esas horas. No cabía en sí de felicidad.
Lolita se enfadó conmigo hace unos días. Estaba yo sirviendo un tentempié a los chuchos y aparté a Nora con el pie (suavemente, pero firme) cuando se adelantó a ocupar el lugar de Lolita. Lolita se paró. La volví a llamar y entonces apareció Amada, con las mismas intenciones. También la aparté con el pie. Y entonces Lolita se dio vuelta y se marchó y se metió en una caja, y desdeñó la croqueta, pese a que era una de sus preferidas. Me parece que Lolita me ha estado interpretando y me reprocha que los haya apartado con el pie, o quizás pensó que eso era lo que le esperaba, puesto a las otras dos las había apartado con el pie cuando, en su opinión, habían acudido a mi llamado (esto porque, como sabe toda persona que vive con más de un perro, cuando se llama a uno acuden todos, y eso es prácticamente imposible de superar. En el mundo de los perros, esas son malas maneras). Entonces me acerqué a ella y le ofrecí el refrigerio en mi mano, y lo acepto tentativamente, y después acerqué la mano para acariciarle la cabeza y respingó hacia atrás, con desconfianza (!), y luego se acercó y me dio unos besos en la mano. Supongo que fue su modo de decirme que aceptaba mis disculpas y promesa de no volver a hacerlo.

Nora. Hace quizás uno o dos meses pregunté a Nora, que estaba dormitando en una caja en la salita, qué dónde estaba la pelota (una de las dos pelotas de tenis que les traje de un viaje a una ciudad cercana). Nora se levantó y empezó a dar vueltas y finalmente me llevó a mirar detrás del revistero de mimbre, en un rincón. Enseguida le pregunté que dónde estaba la otra pelota y me llevó a abrir la puerta y salir a la terraza, indicándome hacia el patio. Fui a mirar, pero no encontré nada. La pelota la tenía Ernesto, que se la había llevado a su rincón en el dormitorio. Nora entiende un buen montón de palabras, como agua, camita, comida, comer, dormir, salir, paseo. Ayer me enfadé mucho con ella en el paseo porque cuando pasaba algún perro, acompañado o no, se erizaba y empezaba a jalar de la correa aparentemente para amenazarlo. La puse en el suelo y la reté.

Ernesto está ahora mucho más cariñoso que antes, y más dócil. También reclama su derecho a salir de vez en vez. Ahora me mordisquea las manos, que no hacía nunca. Tiene más intimidad conmigo; me araña los pantalones cuando tiene hambre, golpea la puerta cuando quiere salir urgente a mear al patio. Hoy se escapó en la noche, y no nos enteramos hasta que lo oímos gruñir a Juanito, el que, dicho sea de paso, se muere de la risa de los desplantes de Ernesto. Pero también lo delata su saludo: viene corriendo a toda velocidad hacia mí y me salta encima, llorando. Eso quiere decir que viene de lejos! Pero él está tan emocionado y contento de verme, que se olvida de fingir que nunca ha salido de casa. Cuando se acuerda, ya es demasiado tarde.

Quedo debiendo los capítulos sobre Juanito y Amada.

martes, septiembre 07, 2010

Ernesto se puso a llorar

Hoy martes llevé a Ernesto conmigo a la pescadería. En el camino de vuelta empecé a reprocharle que hubiese marcado un mueble que hay en el comedor de don Juanito, el pescadero en su casa, y, antes, un saco de alimento para perros en el supermercado. Pues, bien, se paró y se echó a gemir, muy disgustado conmigo. Pensé que a lo mejor se había dañado una pata, pero nada.
¿Cómo entender esto, si acaso es efectivo y no me estoy pasando películas? Ernesto se habría echado a llorar porque yo le reproché su falta de tino. ¿Es posible?

domingo, junio 20, 2010

punga le pegó a ernesto

Punga le pegó a Ernesto. Eso creemos, porque lo oímos gritar y aullar, y corrí por el pasillo para ver qué ocurría y encontré a Roberto detrás de la puerta del dormitorio, muerto de miedo, cuando la Punga venía saliendo, y me miró contrariada, con aire de culpable, y echó a correr hacia el cuarto de la tele, de donde la saqué persiguiéndola y reprochándole no tener motivos para agredir a Ernesto.

Sospecho que yo tuve la culpa de su estallido. Después de estar un rato en el jardín, o quizás en su nido (que es un montón de paja que hay en el jardín de al lado en una estructura muy curiosa que consiste en tres altísimos pilares de cemento que suben por la ladera hasta nuestro nivel, y encima de los cuales hay una plataforma triangular que da cobijo a un pequeñísimo jardín semiabandonado... digo, ahí, con vista a la bahía, hallé el nido, que no sé cómo llegó ahí, y ahí se pasa la Punga gran parte del día), se dirigió inmediatamente hacia mí y empezó a como querer jalar mi silla con las garras, que es algo que hace siempre, y le dije que no la podía atender en ese momento y que no me molestara. Pues bien: se marchó a la cocina, volvió enseguida y se subió a su cojín en mi escritorio (hemos puesto ahí un cojín de silla de terraza, de modo que puede estar vigilando a todos los perros que hay en casa sin temer que la ataquen, y cerca de nosotros), para empezar a restregarse contra un libro que había ahí, que en realidad estaba protegiendo a una planta que hay en una maceta y que yo había puesto ahí momentos atrás. Temiendo que empujara el libro la maceta la grité. Pues se sentó un ratico, muy enfadada, y enseguida saltó al suelo y se marchó. Fue entonces que oímos los aullidos.

Estoy seguro que actuó por despecho, porque tenía rabia de que la hubiera tratado así y cuando sintió y olió que Ernesto estaba detrás de la puerta del dormitorio (ahí tiene una camita, que es un cojín y un saco de dormir de colores doblado en varias partes), lo fue a atacar para sacarse la bronca y además porque sabe que Ernesto es mi protegido. Tenía la venganza a la mano.

También es verdad que Ernesto es muy alaraco y que a veces grita para llamarte la atención (para que no lo pises, por ejemplo), o simplemente de miedo -y no por dolor.
Examiné a Ernesto y no tiene nada. Así que no sé qué pensar. ¿Pero entonces por qué salió la Punga con aire de culpa y mirándome tan feo, y escapando?

En fin, luego volví al dormitorio y la encontré durmiendo en una profunda hendidura entre las almohadas. La acaricié la cabeza, y la cubrí con la esquina de la colcha, dejando su cabeza afuera. Y le dije que me perdonara por haberla tratado así.

Ernesto salió en esos momentos al pasillo y se sentó junto a la puerta del baño, que es uno de sus lugares favoritos. Lo examiné -bueno, como no veo muy bien, le recorrí el cuerpo con la mano para ver si le dolía o tenía sangre- y no le encontré nada. Le dije que se fuera a dormir a su camita, lo que hizo enseguida.

Una hora después, cuando la Pepa la fue a ver, la Punga estaba durmiendo en la misma posición.

No sé. A lo mejor me pasé una película. Pero la Punga estaba de verdad muy, muy enfadada conmigo.

sábado, junio 12, 2010

cerca del invierno de 2010

Estamos cerca del invierno de 2010. Y han pasado muchas cosas.

De la tumba de Roberto no queda nada. El tiempo, las hojas, la exhumación ilegal practicada por Lolita y los otros para comerse los huesos y la reparación de una tubería han borrado toda huella de su existencia.

Ernesto está mucho más cariñoso y comunicativo que antes. Desde hace unos días, cuando quiere algo, como comer o salir a mear o salir a pasear, se acerca a mí y me rasca las rodillas. Insiste si no reacciono de inmediato.

Ahora, además, puedo jugar con Ernesto y Nora a un juego de perros: con un pie trato de desequilibrarlos y ellos tratan de evitarlo y de jalarme del zapato. El juego se ha hecho más íntimo, y ahora también me muerden y toman la iniciativa de jugar mordiéndome un zapato.

A Ernesto le ha dado por escaparse. Sube a la muralla que nos separa del precipicio y corre hasta llegar a la puerta para saltar al otro lado. Cae en la escalera y corre normalmente hacia la playa. Al principio se escapaba porque se había enamorado de una chavala que vive en un restaurante. Pero el hábito de escaparse persistió hasta después de su enfriamiento con esa chiquilla. Ahora se escapa para volver por el cerro diez minutos más tarde llorando que le abramos la puerta.

Pues el otro día estábamos en el patio en la tarde temprano y lo veo echarse a correr como loco y lo seguí corriendo, sospechando que iba en dirección a la ruta de escape. Yo corría detrás de él gritándole por su nombre. Pos nada, saltó a la muralla y desapareció. Me quedé pasmado de que se escapara de manera tan literaria, tan a sabiendas, tan historieta del domingo.

Lolita se considera dueña o administradora de las camitas y de todo artículo de dormitorio, como alfombras y cojines. Hace unos días estaban Nora y Ernesto jugando y empezaron a jalar de una camita. Saltó Lolita de su cama en el puf y se las quitó (una estera blanda) y se la llevó a su cama. Ayer les eché la alfombra encima a Nora y Ernesto, y Lolita nos la quitó y se la llevó a su rincón. Y me retó.

Les gusta este juego: yo cubro a alguno, usualmente a Nora, con la alfombra. Entonces los otros se le echan encima y la empujan y mordisquean hasta que se escapa y aparece por debajo de la alfombra.

Ramón entró anteayer por primera vez en casa para quedarse cerca de tres horas echado en la alfombra, muy tranquilo, pero muerto de curiosidad. Entró titubeando y amenazando con devolverse, hasta que se tranquilizó. Estaba muy agradecido, lo que significa que empezó a lengüetearme de arriba pa bajo. Hoy entró nuevamente, poco antes de la cena. Nunca antes entró a casa para quedarse tanto tiempo. Alguna vez entró hasta la salita, pero se marchó enseguida, muy intimidado.

Ramón es muy tímido. El año pasado, cuando llegó, en invierno se echaba a dormir debajo del peral. Habilitamos el trastero. Pusimos ahí una caja de cartón con cartones, diarios y telas, y ahora una camita. Pero a Ramón para que entrara lo tuvimos literalmente que empujar y jalar dentro. De pronto entendió que realmente podía dormir ahí en un cuarto, cómodo, y se quedó.

Juanito Ternera ha terminado con los almácigos en la terraza. Hasta hoy Juanito, ayudado a veces por Amada y Lolita, ha hecho muchos hoyos en los almácigos. Pero hoy arrancó las zanahorias y se las comió, y así fue que lo encontré durmiendo la siesta rodeado de hojas de zanahoria. Así que fui a reparar los destrozos y decidí sacar las zanahorias que quedaban, y las puse a un lado, siendo suficientes como para llenar un cuenco de un kilo. Fui a abrir el agua para regar el jardín, me despisté y cuando volví a retirar las zanahorias ya no estaban y era evidente que Juanito se las había comido otra vez, y nuevamente dejó el almácigo lleno de hoyos.

Juanito come peras y manzanas crudas, plátanos crudos, zanahorias crudas. Le encantan las frutas crudas. Lo mismo Amada. Pero a los otros, para nada.

Punga ya se ha acostumbrado totalmente a la presencia de los perros, y ellos a ella, aunque la Punga, que es de armas tomar, a menudo muestra innecesariamente los colmillos.

Punga llegó hace unos días con un ratón muerto.

Punga se comió la planta de marihuana que había emergido en el jardín. (Digo sinceramente que no planté esa planta y que surgió sola. Sí. Lo mismo digo de las papas, que llenaron el jardín y que tampoco planté yo. Y surgieron papas porque el dueño había plantado papas ahí hace cuarenta años. Como yo regué la tierra, germinaron. En el jardín han surgido plantas que no he plantado yo, como tomates, perejil, espinaca, acelgas y ortigas. En el huerto han surgido paltos y ciruelos, todas cosas que no he plantado yo).

Ahora los perros que viven en casa son Ramón, Ernesto, Lolita, Nora, Juanito y Amada. Con Punga.