Compramos un ovillo de lana para ver si Roberto jugaría con él como hacía la Punga. La Punga solía hacer intrincadas construcciones de nudos con el ovillo, pasando la lana por todas partes, conectando mesas con sillas y otros muebles, haciendo nudos, y pasando hasta por encima de los ordenadores.
Lo hacía siempre de noche, o cuando no estábamos, de modo que era siempre asombroso encontrar los muebles conectados entre sí por la lana, como una enorme red o telaraña.
Roberto no hace nada de eso. Le da manotazos al ovillo como si fuera una pelota, lo persigue y desarma, pero no monta ninguna construcción de nada.
La Punga volvió a hacer una de sus redes. Cuando fui al escritorio, había amarrado mi silla con las patas de la mesa, pasando por el puf y la escalera que le hemos puesto para que se encarame a mirar la calle.
martes, junio 03, 2008
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