En la mañana descubrimos que había cagarrutias de ratón en la cocina y en la despensa, y descubrimos que Punga también lo sabía. Punga estuvo rondando por ahí gran parte del día.
En la noche oí gritar a Pepa, que estaba en la cocina. Y ahí estaba la Punga con el ratón patas arriba y entre sus garras. Antes de que intentáramos quitárselo, un terrible crujido nos dijo que la gata había triturado su esqueleto. Se lo tragó y masticó y se relamió los bigotes cuando todavía no salíamos del asombro. Dejó el rabo con una parte carnosa llena de sangre. Se comió incluso la cabeza.
Hay por lo menos un ratón más, y no sabemos cómo decirle que mejor se va.
jueves, marzo 24, 2011
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