Ramón, al que nos costó un año que perdiera el miedo a entrar en casa, ahora que entra más libremente para echarse en el recibidor ha empezado a explorar el resto de la casa. Hace unos días lo encontramos despaturrado en nuestra cama matrimonial. Cuando vio a la Pepa, escapó hacia su lugar habitual, una manta y un tapete imitación pelaje de cordero (que llamamos vellocinos), tipo indestructible (muy adecuados para perros). Claro, dice Ramón, no hay ninguna comparación posible. La cama es de lejos mejor. Con sus treinta kilos, el vellocino le debe parecer un pariente super lejanísmo del colchón para humanos.
Deberíamos hacerle un colchón grueso, blando, alto y cómodo a la medida. Seguro que dormir en cama humana es algo que no había imaginado nunca.
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