Estas últimas semanas Roberto ha estado muy mal. Ha tenido varias recaídas. Se ha pasado semanas arrastrándose, porque no puede mover el tren trasero. Ha pasado días sin comer ni beber, hasta el punto de que hemos decidido alimentarlo a la fuerza. Tiene dificultades para orinar. Lo hemos llevado a la clínica en varias ocasiones.
La última vez -la semana pasada- el doctor nos dijo que no tenía recuperación. Tiene daños neurológicos irreversibles. Dijo que cada recaída sería peor.
De hecho, hablamos de eutanasia. Este viernes 2 debíamos llevarlo a control, y decidir.
Yo recogí a Roberto de la clínica el 31 de diciembre. Temíamos lo peor, y queríamos estar con él. Para que meara teniamos que hacerle masajes a la vejiga. Para que comiera, le abríamos la boca y le metíamos dos o tres cucharadas de AD. No se podía mover en absoluto y le dolía todo el cuerpo. Estaba inmovilizado.
Pero cuando llegamos a casa, la Pepa lo cogió de las patas traseras -las que no puede mover- y Roberto, así en carretilla, se fue de inmediato a recorrer sus lugares favoritos. Se metió en unas de sus casas de cartón. (Tenemos dos. Una era de la Punga, pero esta no la usa muy a menudo. Creo que le queda algo chica, mientras que Roberto podría caber dos veces. Son casas de cartón, con ventanas y puertas y un tejado de dos aguas. En el suelo colocamos una espuma cortada a la medida para que fuera más cómodo).
Le dábamos agua mojando su boca y alrededores, para que lamiera. Por el resto, duerme y duerme.
El viernes 2 no lo llevamos a la clínica.
El jueves 1 empezó a mover, un poco, sus patas traseras y cola. No come, pero no le molesta que lo obliguemos. Con la comida tiene una reacción muy rara. Se acerca a un cuenco, lo mira, olfatea, se relame, y se aleja. Pareciera que no sabe qué hacer después. Ahora hemos observado que se pone de lo más contento si lo obligamos. En todo caso, ya no trata de escapar.
El jueves empezó a soltar aguas, a mear unas gotas después o durante los masajes. Pero por la noche empezó a mear solo, sin ayuda, y cagó. Ahora recuperó su rutina y sus lugares favoritos, que tiene muchos. En la mañana se arrastró hacia el balcón, donde espera que yo despierte y le abra la puerta. Nos sentamos ahí los dos a tomar el sol. Pasado el mediodía pide que lo traslademos al dormitorio, que da al suroeste, para disfrutar también del sol de la tarde.
Ya no lo duele. Sabíamos que le dolía porque cuando le tocábamos gemía y se ponía arisco. Ahora ya no.
El viernes también comió solo y bebió. Y bebió una enorme cantidad de agua. Y comió como condenado, AD, y jurel, y galletas. Tiene dificultades para evacuar, pero lo logra de algún modo. Mea sin dificultades, pero poquito cada vez y nunca, obvio, logra llegar al meadero.
Su actitud conmigo ha cambiado mucho. Antes me tenía un poco de miedo. Si me encontraba en el pasillo, se daba media vuelta para huir a esconderse. A veces, se paraba a mitad de camino y volvía hacia mí, como si se hubiese repentinamente olvidado de quién era yo, y luego vuelto a recordar. En realidad, le tenía miedo a las voces masculinas.
Pero desde unos días antes de ir a la clínica, ya no huye de mí. Al contrario. El día anterior a la visita al veterinario, se acercó, arrastrándose, a mí y me pidió que lo subiera sobre mis piernas. Nunca había hecho eso. Eso lo hacía solo con la Pepa, a la que simplemente adora. Nada le gusta tanto como estar sentado en su regazo. Se puede pasar horas así.
Ahora me pide comida hablándome, deja que lo acaricie y me da lengüetazos en la mano, me toca con su cabeza. Ayer, se abrazó a mi mano y se quedó así un buen rato. Durmió usando mi mano como almohadón -cuando tomábamos el sol.
Llamé al doctor para decirle que no iríamos. Creo que Roberto y yo ahora hemos aprendido a querernos. Y creo que el amor, el cariño, la dedicación, la compañía y los juegos son cruciales para su recuperación. Estoy rogando que se recupere. Yo creo en los milagros.
Ahora está durmiendo.
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1 comentario:
Yo creo que el amor va a salvarlo, tene fe. Te felicito y cuidalo mucho, un abrazo desde Buenos Aires para los dos! Gladys
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