La Punga hizo algo extraño. Estábamos en el escritorio y ella, como habitualmente, dormía sobre un cojín junto a nosotros. Sonó un timbre y la Punga se irguió y rugió, como hace cuando alguien llama a la puerta.
Pero esta vez no era el timbre nuestro, sino uno de la televisión, que estaba encendida en la sala y se escucha desde el escritorio. Y no se parecía en nada a nuestro timbre.
¿Cómo reconoció que se trataba de un timbre? No se supone que lo sepa.
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