Estamos cerca del invierno de 2010. Y han pasado muchas cosas.
De la tumba de Roberto no queda nada. El tiempo, las hojas, la exhumación ilegal practicada por Lolita y los otros para comerse los huesos y la reparación de una tubería han borrado toda huella de su existencia.
Ernesto está mucho más cariñoso y comunicativo que antes. Desde hace unos días, cuando quiere algo, como comer o salir a mear o salir a pasear, se acerca a mí y me rasca las rodillas. Insiste si no reacciono de inmediato.
Ahora, además, puedo jugar con Ernesto y Nora a un juego de perros: con un pie trato de desequilibrarlos y ellos tratan de evitarlo y de jalarme del zapato. El juego se ha hecho más íntimo, y ahora también me muerden y toman la iniciativa de jugar mordiéndome un zapato.
A Ernesto le ha dado por escaparse. Sube a la muralla que nos separa del precipicio y corre hasta llegar a la puerta para saltar al otro lado. Cae en la escalera y corre normalmente hacia la playa. Al principio se escapaba porque se había enamorado de una chavala que vive en un restaurante. Pero el hábito de escaparse persistió hasta después de su enfriamiento con esa chiquilla. Ahora se escapa para volver por el cerro diez minutos más tarde llorando que le abramos la puerta.
Pues el otro día estábamos en el patio en la tarde temprano y lo veo echarse a correr como loco y lo seguí corriendo, sospechando que iba en dirección a la ruta de escape. Yo corría detrás de él gritándole por su nombre. Pos nada, saltó a la muralla y desapareció. Me quedé pasmado de que se escapara de manera tan literaria, tan a sabiendas, tan historieta del domingo.
Lolita se considera dueña o administradora de las camitas y de todo artículo de dormitorio, como alfombras y cojines. Hace unos días estaban Nora y Ernesto jugando y empezaron a jalar de una camita. Saltó Lolita de su cama en el puf y se las quitó (una estera blanda) y se la llevó a su cama. Ayer les eché la alfombra encima a Nora y Ernesto, y Lolita nos la quitó y se la llevó a su rincón. Y me retó.
Les gusta este juego: yo cubro a alguno, usualmente a Nora, con la alfombra. Entonces los otros se le echan encima y la empujan y mordisquean hasta que se escapa y aparece por debajo de la alfombra.
Ramón entró anteayer por primera vez en casa para quedarse cerca de tres horas echado en la alfombra, muy tranquilo, pero muerto de curiosidad. Entró titubeando y amenazando con devolverse, hasta que se tranquilizó. Estaba muy agradecido, lo que significa que empezó a lengüetearme de arriba pa bajo. Hoy entró nuevamente, poco antes de la cena. Nunca antes entró a casa para quedarse tanto tiempo. Alguna vez entró hasta la salita, pero se marchó enseguida, muy intimidado.
Ramón es muy tímido. El año pasado, cuando llegó, en invierno se echaba a dormir debajo del peral. Habilitamos el trastero. Pusimos ahí una caja de cartón con cartones, diarios y telas, y ahora una camita. Pero a Ramón para que entrara lo tuvimos literalmente que empujar y jalar dentro. De pronto entendió que realmente podía dormir ahí en un cuarto, cómodo, y se quedó.
Juanito Ternera ha terminado con los almácigos en la terraza. Hasta hoy Juanito, ayudado a veces por Amada y Lolita, ha hecho muchos hoyos en los almácigos. Pero hoy arrancó las zanahorias y se las comió, y así fue que lo encontré durmiendo la siesta rodeado de hojas de zanahoria. Así que fui a reparar los destrozos y decidí sacar las zanahorias que quedaban, y las puse a un lado, siendo suficientes como para llenar un cuenco de un kilo. Fui a abrir el agua para regar el jardín, me despisté y cuando volví a retirar las zanahorias ya no estaban y era evidente que Juanito se las había comido otra vez, y nuevamente dejó el almácigo lleno de hoyos.
Juanito come peras y manzanas crudas, plátanos crudos, zanahorias crudas. Le encantan las frutas crudas. Lo mismo Amada. Pero a los otros, para nada.
Punga ya se ha acostumbrado totalmente a la presencia de los perros, y ellos a ella, aunque la Punga, que es de armas tomar, a menudo muestra innecesariamente los colmillos.
Punga llegó hace unos días con un ratón muerto.
Punga se comió la planta de marihuana que había emergido en el jardín. (Digo sinceramente que no planté esa planta y que surgió sola. Sí. Lo mismo digo de las papas, que llenaron el jardín y que tampoco planté yo. Y surgieron papas porque el dueño había plantado papas ahí hace cuarenta años. Como yo regué la tierra, germinaron. En el jardín han surgido plantas que no he plantado yo, como tomates, perejil, espinaca, acelgas y ortigas. En el huerto han surgido paltos y ciruelos, todas cosas que no he plantado yo).
Ahora los perros que viven en casa son Ramón, Ernesto, Lolita, Nora, Juanito y Amada. Con Punga.
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