Tenemos discusiones -la Punga y yo- porque cuando sale al balcón se pasa, a veces, al balcón del vecino. Esto no sería realmente un problema si no fuese porque se come las plantas y flores que ha instalado ahí el vecino.
Al principio, Punga no sabía que era malo pasarse al balcón del vecino.
Algunas veces volvía con flores o tallos, que dejaba en el suelo, como quien deja un ratón muerto.
Digo discusiones porque yo la reprocho en español y ella me responde en gato. No sé qué me dirá ni si entiende lo que yo digo en mi lengua. Pero sí sé que sabe que me molesta mucho y que estoy enfadado. Cuando está en el balcón en alguna actitud sospechosa, o con algún plan malévolo, lo sé de inmediato, porque entonces, si me asomo al balcón, se entra corriendo y escapando claramente de mí. Mientras que si no tiene planes pecaminosos, se queda de lo más tranquila e inocente.
Otro motivo de discusiones es que la Punga se asoma demasiado hacia afuera, aparentemente con el plan de dar un salto y agarrar a alguna de las palomas y gaviotas que suelen posarse en la cornisa que está junto encima del balcón. Tampoco sería un problema si no fuera porque es imposible que, si llegase a brincar, logre asirse a la cornisa. Caería a la calle, con imprevisibles consecuencias.
Pero ayer me asomé al balcón. Al entrar a él vi con el rabillo del ojo que estaba en la sospechosa y habitual actitud de estar a punto de dar un salto en pos de los pollos. Pero me hice el desentendido y me paré a mirar para la calle como si no la hubiese visto. Sé que ella no sabe que yo la vi antes. Así que me sorprendió cuando, no bien entrar yo, se echó rápidamente al suelo, apretó entre sus patorras el vaso de trigo y pretendió estar comiendo de lo más entretenida.
¿Me estaré pasando películas? Estoy seguro que quería engañarme.
domingo, febrero 10, 2008
sábado, febrero 02, 2008
Punga y el Juego de la Bolita
La Punga juega con una bolita de goma. A veces juega sola, golpeando y empujando la canica y persiguiéndola y deteniéndola para volver a hacer lo mismo. Suele también, en este juego, coger la bolita y lanzarla al aire, saltando ella enseguida para cogerla.
Otro de sus juegos con la bolita consiste en empujarla hasta el Hoyo. El Hoyo es un hoyo de desagüe destapado, cerrado y sin uso que hay en su baño (es el segundo baño que destinamos para ella). El Hoyo tiene un diámetro de unos diez centímetros y una profundidad de unos cuarenta. Empuja la bolita por toda la casa hasta que llega al Hoyo. Pero naturalmente no la puede volver a sacar. A veces coloca la bolita en su cuenco del agua.
Otro juego es empujar la bolita y lanzarla por debajo de los sillones, y correr hacia el otro lado para recuperarla.
También juega con nosotros. Colocándonos a unos dos metros de distancia de ella, le lanzamos la bolita y ella la rechaza y devuelve hacia nosotros. Le entretiene más cuando lanzamos la canica dando tumbos, así ella la recoge y rechaza saltando, como un portero.
Otro juego implica el uso de un tubo de casi un metro. Lanzamos la bolita por un extremo, y ella se aposta al otro lado, esperándola y devolviéndola antes de que se le escape, dándole un fuerte manotazo.
En un tercer juego ella intercepta la bolita que yo le lanzo, por el suelo, a la Pepa. También le gusta interceptarla en el aire. Este mismo juego lo jugamos cuando no participa la Pepa, en cuyo caso hago rebotar la bolita contra una puerta. Le encanta interceptarla.
No me sorprende tanto que pueda jugar con alguna idea de competencia, porque atajar la bolita es claramente el objetivo de esos juegos que implican a más de un participante. Me sorprende más el juego del Hoyo, porque antes de llegar al objetivo la Punga recorre diferentes lugares y rincones de la casa haciendo rebotar la bolita. No sé si le otorga puntos a cada estación.
Otro de sus juegos con la bolita consiste en empujarla hasta el Hoyo. El Hoyo es un hoyo de desagüe destapado, cerrado y sin uso que hay en su baño (es el segundo baño que destinamos para ella). El Hoyo tiene un diámetro de unos diez centímetros y una profundidad de unos cuarenta. Empuja la bolita por toda la casa hasta que llega al Hoyo. Pero naturalmente no la puede volver a sacar. A veces coloca la bolita en su cuenco del agua.
Otro juego es empujar la bolita y lanzarla por debajo de los sillones, y correr hacia el otro lado para recuperarla.
También juega con nosotros. Colocándonos a unos dos metros de distancia de ella, le lanzamos la bolita y ella la rechaza y devuelve hacia nosotros. Le entretiene más cuando lanzamos la canica dando tumbos, así ella la recoge y rechaza saltando, como un portero.
Otro juego implica el uso de un tubo de casi un metro. Lanzamos la bolita por un extremo, y ella se aposta al otro lado, esperándola y devolviéndola antes de que se le escape, dándole un fuerte manotazo.
En un tercer juego ella intercepta la bolita que yo le lanzo, por el suelo, a la Pepa. También le gusta interceptarla en el aire. Este mismo juego lo jugamos cuando no participa la Pepa, en cuyo caso hago rebotar la bolita contra una puerta. Le encanta interceptarla.
No me sorprende tanto que pueda jugar con alguna idea de competencia, porque atajar la bolita es claramente el objetivo de esos juegos que implican a más de un participante. Me sorprende más el juego del Hoyo, porque antes de llegar al objetivo la Punga recorre diferentes lugares y rincones de la casa haciendo rebotar la bolita. No sé si le otorga puntos a cada estación.
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