Estoy leyendo un artículo sobre lenguaje animal y sobre la pregunta de si el modo en que se comunican dentro de la especie lo aprenden o es innato. Hm. Dicen algunos que es innato y que nacen sabiendo cómo hablar. Hm. Amada, nuestra perrita pelirroja, cuando la recogimos de la calle hablaba gaviota. Sí, como digo, graznaba como las gaviotas. Aprendió a ladrar mucho después. Le costó. Y dejó de hablar como gaviota.
La teoría que construimos es esta (tenía menos de dos meses cuando la encontramos sarnosa y muerta de hambre en la calle): nació en una casa en el borde costero, en Maitencillo. La familia donde nació se deshizo rápidamente de los otros cachorros y ella quedó sola en el patio, junto a un roquerío frecuentado por gaviotas (esa casa la veíamos desde arriba). Ese fue el primer idioma que aprendió.
jueves, julio 12, 2012
Otros perros imitan aullido de Lolita
Así es: he oído a un perro vecino imitar el aullido tan característico de Lolita, y a otro los estridentes ladridos de Juanito. Estoy convencido de que los chuchos se imitan entre sí. No debería sorprenderme demasiado. Ya sabíamos que los perros imitan algunos sonidos. Por ejemplo, con Lolita a la cabeza, nuestros chuchos tratan de imitar las sirenas -de bomberos y de fábricas, que son las más ruidosas y parecidas a aullidos.
miércoles, mayo 23, 2012
Epistemología perruna
Han pasado y pasan tantas cosas todos los días con nuestra familia animal, que es difícil ser sistemático en las anotaciones. Las que siguen son para no olvidarme:
1. Juanito aprendió a abrir las puertas. Hace unos días lo vi mirándome atentamente cuando yo abría la puerta. Cuando está pensando es muy explícito: sigue con la vista todo lo que haces y es evidente que está sacando cuentas. Ahora debemos manejarnos con las puertas con llave.
2. Ernesto ha andado tan salido en estas últimas semanas y se ha escapado tantas veces, que decidimos castrarlo. Me duele el alma haberlo decidido, pero era evidente que sólo sufría. La última vez que se escapó, estuvo tres días fuera en un territorio que no conoce ni él ni nosotros, porque acabamos de mudarnos. Lo encontramos refugiado en el cuartel de los bomberos, flaco, muerto de hambre, con pelones y rasgaduras y sangre seca. Era evidente que le habían pegado. Supongo que estuvo siguiendo a alguna perra. Tras traerlo a casa, al día siguiente se volvió a escapar. Lo que quiero contar es que, después de la operación, los puntos le provocan un fuerte dolor, que lo obliga a retroceder esté dónde esté, como si fuera jalado violentamente hacia atrás. Por esta razón, como también le ocurre cuando come, ha empezado a sospechar del cuenco en que come. En estos últimos días definitivamente, cuando le servimos, ni siquiera se acerca al plato. Ayer metí la mano al cuenco y comió de mi mano. En mí sí confía y felizmente no le dio ningún rebobinado cuando comía de mi mano.
Ayer estaba en la cocina, mirándome, esperando que le cayera algo y de pronto le dio ese terrible dolor que lo tira para atrás. Corrió a esconderse debajo de una cama. Esto es curioso: él se esconde cuando quiere escapar o no quiere ser sorprendido si, por ejemplo, se da cuenta de que andamos con planes de bañarlo. O sea, se oculta de alguien. Creo que cree que un ser invisible lo golpea y lo jala y se va a esconder donde mejor puede, en un lugar, debajo de una cama, donde cabe sólo él.
Parece que en la epistemología perruna, si sientes dolor, es que alguien visible o invisible lo está causando y lo que corresponde hacer es pues esconderse.
Esto me recuerda un episodio hace algunos años, cuando compramos un repelente para evitar que mearan sobre algunas plantas. Pues bien: Ernesto se acercó a la piedra junto a una planta donde habíamos rociado con el repelente, empezó a ladrar furiosamente contra una presencia invisible intuida y terminó echándose una meada en la roca. Hasta ahí llegó el uso del repelente.
1. Juanito aprendió a abrir las puertas. Hace unos días lo vi mirándome atentamente cuando yo abría la puerta. Cuando está pensando es muy explícito: sigue con la vista todo lo que haces y es evidente que está sacando cuentas. Ahora debemos manejarnos con las puertas con llave.
2. Ernesto ha andado tan salido en estas últimas semanas y se ha escapado tantas veces, que decidimos castrarlo. Me duele el alma haberlo decidido, pero era evidente que sólo sufría. La última vez que se escapó, estuvo tres días fuera en un territorio que no conoce ni él ni nosotros, porque acabamos de mudarnos. Lo encontramos refugiado en el cuartel de los bomberos, flaco, muerto de hambre, con pelones y rasgaduras y sangre seca. Era evidente que le habían pegado. Supongo que estuvo siguiendo a alguna perra. Tras traerlo a casa, al día siguiente se volvió a escapar. Lo que quiero contar es que, después de la operación, los puntos le provocan un fuerte dolor, que lo obliga a retroceder esté dónde esté, como si fuera jalado violentamente hacia atrás. Por esta razón, como también le ocurre cuando come, ha empezado a sospechar del cuenco en que come. En estos últimos días definitivamente, cuando le servimos, ni siquiera se acerca al plato. Ayer metí la mano al cuenco y comió de mi mano. En mí sí confía y felizmente no le dio ningún rebobinado cuando comía de mi mano.
Ayer estaba en la cocina, mirándome, esperando que le cayera algo y de pronto le dio ese terrible dolor que lo tira para atrás. Corrió a esconderse debajo de una cama. Esto es curioso: él se esconde cuando quiere escapar o no quiere ser sorprendido si, por ejemplo, se da cuenta de que andamos con planes de bañarlo. O sea, se oculta de alguien. Creo que cree que un ser invisible lo golpea y lo jala y se va a esconder donde mejor puede, en un lugar, debajo de una cama, donde cabe sólo él.
Parece que en la epistemología perruna, si sientes dolor, es que alguien visible o invisible lo está causando y lo que corresponde hacer es pues esconderse.
Esto me recuerda un episodio hace algunos años, cuando compramos un repelente para evitar que mearan sobre algunas plantas. Pues bien: Ernesto se acercó a la piedra junto a una planta donde habíamos rociado con el repelente, empezó a ladrar furiosamente contra una presencia invisible intuida y terminó echándose una meada en la roca. Hasta ahí llegó el uso del repelente.
domingo, febrero 05, 2012
Punga habla por asociación
Cuando quiere atún, me dirige a la nevera y se sienta frente a la puerta. Cuando quiere galleticas, se para junto a su cuenco. Eso me lo enseñó ella a mí.
La Punga es muy persistente. Por ejemplo, cuando quiere urgentemente algo, como comer en la cocina o salir -o sea, que le abra la puerta. Ha llegado a saltar sobre mí desde un lado de la cama, para despertarme. Cuando logra enlazarme, me dirige caminando delante de mí y mirando hacia atrás para asegurarse de que la sigo. Se comporta en todo como la vieja india de la película 'Un hombre llamado caballo'. La señora india había adoptado al héroe como esclavo y se paseaba por la aldea jalándolo por una cuerda, pretendiendo que era caballo -hasta le obligaba a relinchar. Pues, así me siento cuando la Punga me dirige: como si me fuera jalando con un cordel.
Etiquetas:
atún,
cuencos,
galleticas,
nevera,
punga,
Un hombre llamado Caballo
Juanito roba las mantas del dormidero
Juanito es el único que interviene su entorno. Ayer retiró las mantas de las cajas-camas (que no tienen uso exclusivo) y las puso en su propia caja, haciéndose una cama más blanda y dejando que los otros duerman sobre el cartón.
He contado que Amada mea su cama casi todos los días. Juanito se encarga de empujar o jalar la caja meada y fétida hacia el patio, y a veces la ha llevado hasta más atrás, donde pega el sol.
Sin embargo, los otros no lo imitan... todavía.
Sin embargo, los otros no lo imitan... todavía.
jueves, enero 26, 2012
Ramón aprende a reír
En estas últimas dos semanas han pasado cosas extraordinarias:
1. Ernesto apredió a lamer, como los otros. Hace unos días me lamió por primera vez, aunque posteriormente ha dejado de hacerlo. Dicho sea de paso, creo que Ernesto tiene un déficit de socialización y le cuesta expresarse emocionalmente. Estoy seguro que se siente inmensamente protegido y es feliz.
2. Ramón aprendió a reír. Sí, fue una visión formidable, Ramón sonriéndome por primera vez. Ramón es el más viejo, de doce o trece años, según nos dijeron las veterinarias. Nunca había aprendido a reír. Es igualmente inmensamente feliz.
3. Lolita nunca olvida de agradecer después de comer. Tras comer, que toma su buen tiempo pues es la más lenta de todas, se acerca adonde esté y me ríe y me lame las manos o las rodillas. Enseguida se marcha a buscar un sitio donde echarse la siesta. Y a veces se acerca y solamente me mira, y se marcha. Parece que es su manera de decir gracias.
4. Juanito nunca olvida saludarme cuando entra a casa y es lo primero que hace. Se alza y pone sus patas delanteras en mis piernas y me lame las manos.
5. Ayer se rebalsó el depósito de agua y salí pues corriendo a apagar el motor. Apenas abrí la puerta, Juanito se puso delante de mí y echó a correr, guiándome claramente, hasta la boca de la manguera, donde se puso a mirarme, a ladrar y a mover la cola. "¡Oye, por aquí está saliendo el agua!" Juanito es inmensamente inteligente. Es feliz. Adora que su madre (la Pepa) lo acepte en su regazo, donde se echa a dormir plácidamente. Le encantan los extraños, sobre todo el tesoro en olores que trae cada uno de ellos. ¿Qué leerá en esos olores?
6. Vi lo siguiente: entró la Punga desde el jardín y al llegar a la puerta de la cocina se detuvo y oyó ruidos que venían de sus cuencos en la cocina. Se instaló al lado de la puerta, y cuando venía saliendo de ahí pues Nora que era la que hurgaba por ahí, le mandó unas amenazas de arañazos. Le está diciendo: "¡Cuidado, desgraciada, te pillé chupeteando mis platos!" Eso es justamente lo extraordinario, porque no reacciona así con Lolita ni Ernesto, por ejemplo, que cuando ella come, a veces, se echan a esperar que termine para ir a chupetear lo que quede y se empiezan a acercar apenas ella se aleja de los cuencos. Punga deja a veces una que otra sobra. A veces no deja nada.
miércoles, noviembre 23, 2011
Punga y Lolita se dan un beso
Estaban en la puerta, en el primero de dos escalones, Punga y Lolita, nariz contra nariz, y Lolita le dio unos lengüetazos en la cara y la Punga dio un respingo, totalmente espontánea, y se echó hacia atrás y se entró. Eso fue un beso.
Punga andaba de parranda
Los perros Ramón, Lolita, Nora y Ernesto me despertaron gimiendo en el pasillo a eso de las cinco de la mañana y yo pensé que querían salir a mear (ese es el convenio que hemos firmado). Así que salieron reluctantemente, Lolita incluso quiso devolverse y en lugar de salir corriendo hacia el patio, se quedaron junto a la puerta. Era evidente que no era por eso que me habían despertado. Así que abrí la puerta principal y ahí estaba la causa: la gata Punga volvía tarde de la parranda. Seguramente se puso a llamar frente a la puerta y los susodichos me fueron a despertar para que le abriera. Les abrí para que entraran. Seguramente se habrán reído de mí.
lunes, octubre 31, 2011
Ernesto y su sentido de urgencia
Cuando Ernesto quiere salir al patio, se sienta junto a la puerta y la araña, para volverse enseguida hacia mí o la Pepa. La idea es que le abras. Pero no es urgente, puede esperar, como ocurre a veces que no reaccionas de inmediato a abrirle la puerta porque estás ocupado en otra cosa.
Pero cuando es urgente hace lo mismo: se dirige a la puerta, la araña, pero en lugar de volverse a mirarnos, se queda parado con la cabeza contra la puerta, sin volverse a mirarnos. Eso significa: Me tienes que abrir ahora!
Lo más increíble de todo es que nunca le hemos enseñado ese código. Son inventos de él.
Pero cuando es urgente hace lo mismo: se dirige a la puerta, la araña, pero en lugar de volverse a mirarnos, se queda parado con la cabeza contra la puerta, sin volverse a mirarnos. Eso significa: Me tienes que abrir ahora!
Lo más increíble de todo es que nunca le hemos enseñado ese código. Son inventos de él.
Etiquetas:
abrir la puerta,
comunicación,
Ernesto,
sentido de urgencia
Ernesto y Nora bailan salsa
Anoche la Pepa y yo nos pusimos a bailar salsa y en cuestión de segundos se nos unieron Nora y Ernesto, mientras Ramón y Lolita miraban. Nora se levanta en sus patas traseras y se acerca a mí, o a la Pepa, para que la llevemos por sus patas delanteras. Ernesto es todavía más impresionante, porque se pone frente a alguno de nosotros y agacha la cabeza moviéndola de un lado a otro y mueve las patas delanteras, como cuando nos llama la atención -que es como que araña- y gira sobre sí mismo. Impresionante. Luego se unió Lolita, pero es coja y no puede hacer lo mismo que Nora. Pero todos riendo y disfrutando del baile. Y no estoy antromorfizando nada.
Obviamente saben cuando estás alegre y comparten la alegría, recurriendo a tu idioma -o sea, riendo y moviéndose como tú -de cierta manera, imitándote. Muchas veces los chuchos en casa parecen más bien monos: pueden ser muy comunicativos y te gastan bromas -como ladrar anunciando extraños para que abras la puerta y meterse a la mala (no invitados) a la casa.
Obviamente saben cuando estás alegre y comparten la alegría, recurriendo a tu idioma -o sea, riendo y moviéndose como tú -de cierta manera, imitándote. Muchas veces los chuchos en casa parecen más bien monos: pueden ser muy comunicativos y te gastan bromas -como ladrar anunciando extraños para que abras la puerta y meterse a la mala (no invitados) a la casa.
lunes, septiembre 12, 2011
Ernesto se comunica
En estos últimos meses, Ernesto y yo nos comunicamos mucho mejor. Estoy convencido que el afecto mutuo es fundamental a la hora de elaborar formas de comunicación de manera espontánea, y a la hora de comunicarse sin protocolos previos.
Ocurre a menudo que me recluyo a descansar, o ver tele, en el cuarto 3. Ernesto va a verme. Si la puerta está entreabierta y quiere verme, la empuja y entra, y salta al sillón y se acomoda a mi lado. A veces se echa a dormir así. Si la puerta está entreabierta y quiere decirme que tiene hambre o que cree que la comida está lista (porque ha estado oyendo hervir la cacerola), entra, mi mira con los ojos grandes y cara de loco (la misma cara que pone cuando lo bañamos) y vuelve a salir para golpear nuevamente a la puerta por fuera, pero sin entrar. ¿No es impresionante?
Si la puerta está cerrada, golpea. Pero si lo que me quiere decir es que tiene hambre, cuando le abro no entra sino que permanece ahí, por fuera, y vuelve a golpear la puerta, aunque esté abierta.
Ocurre a menudo que me recluyo a descansar, o ver tele, en el cuarto 3. Ernesto va a verme. Si la puerta está entreabierta y quiere verme, la empuja y entra, y salta al sillón y se acomoda a mi lado. A veces se echa a dormir así. Si la puerta está entreabierta y quiere decirme que tiene hambre o que cree que la comida está lista (porque ha estado oyendo hervir la cacerola), entra, mi mira con los ojos grandes y cara de loco (la misma cara que pone cuando lo bañamos) y vuelve a salir para golpear nuevamente a la puerta por fuera, pero sin entrar. ¿No es impresionante?
Si la puerta está cerrada, golpea. Pero si lo que me quiere decir es que tiene hambre, cuando le abro no entra sino que permanece ahí, por fuera, y vuelve a golpear la puerta, aunque esté abierta.
Etiquetas:
afecto,
comunicación,
golpear la puerta,
tener hambre
Suscribirse a:
Entradas (Atom)