miércoles, mayo 23, 2012

Epistemología perruna

Han pasado y pasan tantas cosas todos los días con nuestra familia animal, que es difícil ser sistemático en las anotaciones. Las que siguen son para no olvidarme:

1. Juanito aprendió a abrir las puertas. Hace unos días lo vi mirándome atentamente cuando yo abría la puerta. Cuando está pensando es muy explícito: sigue con la vista todo lo que haces y es evidente que está sacando cuentas. Ahora debemos manejarnos con las puertas con llave.

2. Ernesto ha andado tan salido en estas últimas semanas y se ha escapado tantas veces, que decidimos castrarlo. Me duele el alma haberlo decidido, pero era evidente que sólo sufría. La última vez que se escapó, estuvo tres días fuera en un territorio que no conoce ni él ni nosotros, porque acabamos de mudarnos. Lo encontramos refugiado en el cuartel de los bomberos, flaco, muerto de hambre, con pelones y rasgaduras y sangre seca. Era evidente que le habían pegado. Supongo que estuvo siguiendo a alguna perra. Tras traerlo a casa, al día siguiente se volvió a escapar. Lo que quiero contar es que, después de la operación, los puntos le provocan un fuerte dolor, que lo obliga a retroceder esté dónde esté, como si fuera jalado violentamente hacia atrás. Por esta razón, como también le ocurre cuando come, ha empezado a sospechar del cuenco en que come. En estos últimos días definitivamente, cuando le servimos, ni siquiera se acerca al plato. Ayer metí la mano al cuenco y comió de mi mano. En mí sí confía y felizmente no le dio ningún rebobinado cuando comía de mi mano.
Ayer estaba en la cocina, mirándome, esperando que le cayera algo y de pronto le dio ese terrible dolor que lo tira para atrás. Corrió a esconderse debajo de una cama. Esto es curioso: él se esconde cuando quiere escapar o no quiere ser sorprendido si, por ejemplo, se da cuenta de que andamos con planes de bañarlo. O sea, se oculta de alguien. Creo que cree que un ser invisible lo golpea y lo jala y se va a esconder donde mejor puede, en un lugar, debajo de una cama, donde cabe sólo él.
Parece que en la epistemología perruna, si sientes dolor, es que alguien visible o invisible lo está causando y lo que corresponde hacer es pues esconderse.

Esto me recuerda un episodio hace algunos años, cuando compramos un repelente para evitar que mearan sobre algunas plantas. Pues bien: Ernesto se acercó a la piedra junto a una planta donde habíamos rociado con el repelente, empezó a ladrar furiosamente contra una presencia invisible intuida y terminó echándose una meada en la roca. Hasta ahí llegó el uso del repelente.